Capítulo 1
A orillas del Atlántico en una playa que baña sus aguas, donde la sal al marinero curte y donde mil veces puedes perder la noción del tiempo contemplando sus atardeceres que tornan el cielo de un colorido espectacular, crecí. La Antilla, mi playa, mis recuerdos... CAPÍTULO 1
En un pueblecito andaluz llamado Lepe, creció un joven llamado José Manuel, al que todos llamaban Contreras. Era un chico alto, moreno y de ojos marrones. Durante su infancia creció en un ambiente cargado de felicidad, con unos padres cariñosos y protectores, y con su hermano Francisco, al que adoraba a pesar de sus constantes peleas, propias entre hermanos. Con él había vivido momentos inolvidables y siempre le había protegido de todo aquello que pudiera hacerle daño.
Sin embargo, esa felicidad que había llenado su vida durante varios años no duró mucho. El día que cumplió los 12 años su padre los abandonó sin dar ninguna explicación. Cuando llegó del colegio, se encontró a su madre, Ana, tirada en el pasillo y a su hermano Fran llamando a una ambulancia porque a su madre le había dado un infarto. Desde entonces su vida no volvió a ser la misma; su hermano perdió su trabajo y su madre siempre estaba delicada del corazón. Sus circunstancias le obligaron a ser una persona fuerte, madura y con un gran corazón, a pesar de su corta edad.
Con los años, el dolor fue menguando, pero él cambió, todo su mundo cambió. Su padre le obligó a cambiar.
Fue en estos años en los que tuvo la suerte de conocer a, los que ahora eran sus mejores amigos. Eran unos chicos increíbles y lo hacían sentir apoyado y querido, y siempre conseguían sacarle una sonrisa, por muy grises que fueran los dos. Cada uno de ellos era especial y Contreras lo sabía; había tenido la gran suerte de cruzarse con ellos. Pepe y Miguel eran los más juerguistas, siempre buscaban la forma de animar a todos con sus bromas y payasadas. Yolanda e Isabel eran sus respectivas novias, además de unas grandes amigas. Y por supuesto su mejor amiga, Julia. Ella había sido su pilar en los momentos más duros y jamás le había dado la espalda. Contreras la quería de una forma muy especial, quizás de una forma de la que ni él mismo se había percatado…
A pesar de todo lo que Contreras había sufrido no permitió que su dolor le hiciera infeliz. Tenía que seguir adelante, por su madre, por su hermano, por sus amigos y por él mismo. Tenía que vivir y no hundirse en la oscuridad de los recuerdos. Cuando sus recuerdos o su dolor lo oprimían se iba a su playa, su lugar para escapar de sus tormentos, La Antilla. Él adoraba el mar, le encantaba caminar por la playa o tumbarse en la suave arena a descansar. El sonido de las olas rompiendo en la orilla lo relajaba, le despejaba la mente y le inspiraba optimismo.
Una de esas tardes primaverales en Lepe, Contreras decidió ir a caminar por la playa. Cogió su vespa y se dirigió a La Antilla para descansar y despejarse. Ese día se sentía muy afortunado ya que su hermano al fin había encontrado un buen trabajo y les había presentado a su novia, Sofía. Además, su madre estaba mejor del corazón. En esta época sus amigos solo venían a La Antilla los fines de semana y en vacaciones, pero no le importaba estar solo, ahora ya no… Durante años la soledad le atormentaba pero con el paso el tiempo, el estar solo se volvió agradable y siempre aprovechaba esos momentos para ir a su playa a disfrutar del mar. Esa playa que siempre le recordaba cómo había cambiado su vida desde el abandono de su padre. Contreras recordaba todo lo que había sucedido aquel día. Cuando su madre se enteró de que su marido había desaparecido le dio un ataque al corazón y casi muere, si no llega a ser porque su hermano había salido antes del trabajo, podría haber muerto. Había sido el peor día de su vida.
Los años pasaron y el dolor se convirtió en un recuerdo. Ahora con casi 20 años se sentía afortunado de tener a su lado a personas tan maravillosas, aunque una parte de él siempre estuviera vacía por el recuerdo de su padre. Estaba estudiando Ingeniería industrial en la Universidad de Huelva, gracias al apoyo económico de su hermano. Fran siempre había luchado para él pudiera seguir estudiando, algo que él tuvo que dejar cuando su padre se marchó, y por ello Contreras siempre se esforzaba mucho para no decepcionar a su hermano. Hasta ahora, Fran siempre había tenido trabajos temporales y, por fin, después de tanto esfuerzo estudiando las oposiciones, había encontrado un trabajo de verdad en el Ayuntamiento de Lepe.
Parecía que la suerte les volvía a sonreír...

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